Cuantas veces nos hemos quejado los fisioterapeutas porque nos llaman masajistas. Por lo que a mí respecta, en mi diplomatura de fisioterapia recibí formación de masaje en dos de los tres años que duró, así que algo de masajista debo tener. Por otro lado casi que me molesta más cuando me llaman doctor, ya que ni he estudiado medicina ni tengo ningún doctorado.
En mi opinión existe un error de concepto, si queremos que los pacientes sepan que hacemos algo más, deberemos explicarles que es ese algo. La mayoría de pacientes no saben definir que es un fisioterapeuta, de hecho hay muchos fisioterapeutas que tampoco saben. Nos corresponde a nosotros difundir nuestra profesión pero para ello tenemos que tener claro cuál es esta.
Desde mi punto de vista los fisioterapeutas somos terapeutas a través del movimiento. Entendemos que el ser humano está diseñado para moverse y que el movimiento genera cambios en nuestro cuerpo. Si el movimiento es adecuado los cambios serán positivos y nos acercarán al estado de salud. Por el contrario si el movimiento es inadecuado producirá cambios negativos en nuestros tejidos alejándonos de nuestro estado de salud. Así de simple, el fisioterapeuta trata prescribiendo movimiento, es decir ejercicios, concretos para cada lesión.
La cosa se complica cuando aquello que se tiene que mover no se puede mover bien. En este punto entramos en un campo llamado “fisioterapia pasiva” dónde el fisioterapeuta tiene todo un arsenal de técnicas para trabajar los tejidos hasta que recuperen su capacidad de movimiento. Dentro de este arsenal encontramos el masaje, pero hay muchas más herramientas: estiramientos, movilizaciones, inhibiciones, punciones, gancheos….como las más importantes. Una vez que el tejido ya se puede mover, seguimos con el ejercicio pautado para solucionar la lesión.
Lo malo es que no tiene buen marketing ya que requiere mucha implicación y tiempo por parte del paciente. Sobre todo si no se le ha explicado al paciente los beneficios y la necesidad de los ejercicios este puede salir decepcionado de la consulta. A veces resulta más fácil aplicar un masaje para que el paciente esté contento que intentar educarlo para que trabaje su cuerpo de forma correcta, ahí está el error.
Por lo tanto, compañeros, si no queréis que os llamen masajistas no deis masajes. Yo por mi parte los voy a seguir dando por qué me parecen una buena arma terapéutica, aunque solo cuando lo considere necesario. Y por favor, eduquemos a los pacientes, hay que explicarles donde acaba nuestra responsabilidad como terapeuta y donde empieza la suya como parte implicada del proceso, aunque no les guste oírlo.